05 mayo 2025

Vulnerables y a menudo invisibles

 

Hace un par de años hice la primera reseña de un libro de Lola Cabrillana, La maestra gitana, que no era su primera obra, porque ya había publicado una interesante novela Voces color canela, que no debería pasar desapercibida. En aquel momento a Lola la conocíamos muchos docentes por su perfil reivindicativo en redes sociales. Dos años después, no creo que haga falta presentarla, porque ya se ha convertido en una autora más que reconocida. Vulnerables, su última novela, sigue la estela de las obras ya mencionadas y también de Las cuatro esquinas del mar, su anterior éxito. Son todas novelas con un elemento en común: sus personajes sufren algún tipo de exclusión, son víctimas de prejuicios o directamente son marginados por la sociedad que los rodea. En Vulnerables, las protagonistas son tres chicas que sin conocerse comparten un destino peligroso, demasiado peligroso. Se trata de un thriller que bien podría convertirse en película, igual que ocurre con otras de sus novelas anteriores, pues engancha con una trama de tres historias de las que queremos saber más, tres tramas que nos atrapan en una red en la que el lector tiene que ir abriéndose paso para desenredar los anzuelos en los que se vieron atrapadas sus protagonistas. En este sentido, la estructura fragmentaria con sus diferentes puntos de vista me ha recordado bastante a la primera obra de Lola, que ya he mencionado arriba. Vulnerables nos interpela además como ciudadanos adultos para que asumamos la responsabilidad social de proteger a nuestros menores, a todos los menores, pero especialmente a los que tienen todo en contra, a los que por circunstancias diversas solo pueden acogerse a la protección de la tribu. Y en todas las novelas de Lola Cabrillana hay también una dimensión particular de interpretación, la que nos señala como educadores, como docentes o como instituciones públicas, en quienes cae también buena parte de la responsabilidad de detectar y comunicar las situaciones de desprotección de esos menores a nuestro cargo. Vale la pena recordar esto después de leerla: los vulnerables necesitan alguien que los escuche y les tienda una mano, y eso puede hacerlo la escuela pública, no lo olvidemos.

Vulnerables. Lola Cabrillana
Penguin libros. Grijalbo. 2025

30 abril 2025

Sesquidécada: abril 2010

En abril de 2010 florecieron varias lecturas que se movían entre lo distópico y lo fantástico. Creo que fue para mí un momento de descubrimiento de la ciencia-ficción clásica que me llevaría a una auténtica euforia lectora de obras de este género. Así que vamos a ver en esta sesquidécada algunos de los títulos destacados de aquel mes.


Tenemos primero El día de los trífidos, de John Wyndham, una novela apocalíptica que encajaría perfectamente en los gustos de las series actuales (de hecho, hay una versión televisiva de 2009). Se trata de una distopía en la que unos seres mitad vegetal mitad animal tratan de apoderarse de las ciudades dejando ciegos a los humanos y devorándolos después. Como sucede en otras novelas del género (pensemos en el Ensayo sobre la ceguera de Saramago), el caos generado por los trífidos sirve también para reflexionar sobre la condición humana y su organización social. Una novela tan entretenida como angustiosa.



En la segunda lectura rescatada tenemos una novela de ciencia-ficción también con un punto desconcertante, incluso metafísico. Se trata de Estación de tránsito, de Clifford Simak. Plantea la existencia de estaciones espaciales en lugares perdidos del campo que sirven de puente para viajes por la galaxia a velocidad luz. Estos puntos serían una especie de isla en el espacio-tiempo, custodiadas por personas que ven alterada su resistencia al paso del tiempo. Es una novela clásica con elementos bastante curiosos, como las relaciones del protagonista con una chica sordomuda o la aparición de algún ser de otro planeta. Solo apta para incondicionales del género.



Por último, otra lectura extraña, que mezcla la novela negra con el ensayo filosófico: Una investigación filosófica, de Philip Kerr. En ella se enredan los nombres en clave de varios filósofos con las víctimas de un crimen que se ha de resolver. Una entretenida intriga policíaca que busca la complicidad del lectora a través de guiños intelectuales. Es un buen punto de partida para acercarse a la obra de este autor que tiene interesantes novelas de misterio.





15 abril 2025

Profesor(x)s. Un emoji... triste


En educación, como en política, siempre hay más consensos en el lado conservador que en el progresista. En los síntomas todos podemos llegar a un acuerdo: falta de recursos, diversidad mal atendida, excesiva burocracia, leyes cambiantes, falta de conexión de la administración o de las familias con los problemas reales del aula, cuestionamiento de los derechos laborales, etc. Otra cosa es llegar a consensos en el correcto diagnóstico de los males y sus soluciones: ahí empezarán las discusiones y debates, buena parte de ellos dirimidos aparentemente entre un progresismo que se comporta a veces de manera errática al intentar aplicar a los problemas las mismas soluciones que el conservadurismo más acérrimo. Al otro lado, lo tienen todos más claro: privatización y segregación. No podemos caer ahí.

En el ensayo Profesor(x)s. Un emoji, de Santiago García Tirado se recogen muchos de esos males de la escuela con los que todos estamos de acuerdo. Es un libro de experiencia personal, escrito con la perspectiva de muchos años de docencia, sazonado con diversas citas de pedagogos, intelectuales y autores clásicos, que se lee fácilmente y que ofrece un punto de vista que nunca dejará impasible al lector. García Tirado desgrana con soltura su vida profesional y nos ofrece en abanico el desastre educativo para que participemos en una partida triste en la que todo parece ir de mal en peor. Como decía al principio, en un claustro de cien personas, si nos ponemos a hablar de todo lo que funciona mal, podríamos dedicar un almuerzo entero o incluso una velada si se tercia. Pero, igual que ocurre en las conversaciones de bar, si tratamos de encontrar soluciones realistas, la tendencia es por un lado a echar balones fuera (la administración, las familias, los políticos...) y por otro a pensar que bajando la ratio se solucionan todos los problemas. Desde luego, en ese claustro de cien personas, un nutrido sector asentirá mientras lee el libro de García Tirado, porque han vivido situaciones como las que se cuentan, porque comparten ciertos diagnósticos y porque aplauden algunas de las propuestas de solución. Esos docentes pueden coincidir en bastantes de las afirmaciones del profesor García Tirado, afirmaciones que confirman sus propias experiencias y que satisfacen esa necesidad de dar voz a un sector del profesorado cada vez más quemado. De hecho, el autor afirma esa convicción de que los docentes están cada vez más atomizados y necesitan unión y apoyo; hasta ahí todo bien. Sin embargo, hay otras muchas afirmaciones en el libro con las que no estaría de acuerdo ni siquiera la mayoría de ese claustro de cien personas. Por ejemplo, habla de familias que vienen a pedir más deberes, algo que no he visto en mis más de veinte años de experiencia; axiomas como "sin silencio no hay hecho educativo" son bastante discutibles y dudo que todos lo apoyasen; la visión de los centros educativos como un espacio hostil en el que los docentes sufren una especie de distopía de supervivencia tampoco creo que lo puedan suscribir todos los docentes de ese hipotético claustro. Es más, conforme uno avanza en su lectura, encuentra referencias muy concretas a unas circunstancias educativas en las que es difícil coincidir: el uso desmedido de las TIC, el enfoque competencial generalizado o la injerencia de fundaciones (concretamente Bofill a través de Escola Nova 21). Muchos docentes del claustro hispano todavía no hemos visto ni portátiles, ni tablets, ni competencias ni apenas trabajo por proyectos en nuestras aulas. Quizá por ello tampoco podemos coincidir algunos en las soluciones que se dan para arreglar los desperfectos de la educación, ya que poco puede ayudar la eliminación de las tecnologías a quienes ni siquiera las han llegado a introducir en el aula. Por otro lado, conceptos como recuperar la autoridad, premiar el esfuerzo o expulsar a las madres de los centros educativos no forman parte del catálogo de expectativas de buena parte del profesorado, al menos por la banda progresista.

A pesar de esas discrepancias, en este libro he encontrado momentos de complicidad, como la necesidad de una escuela lenta que abandone el ritmo frenético de los temarios inabarcables o la exigencia de educar en valores democráticos. Las citas de Pennac y su Mal de escuela o las referencias a La lengua de las mariposas de Manuel Rivas contrastan con otros fragmentos en los que se demoniza el aprendizaje por descubrimiento o la atención al alumnado desafiante, por poner solo un par de ejemplos. En conclusión, Profesor(x)s. Un emoji permite a ese sector del profesorado que ha perdido toda esperanza en cambiar a mejor la escuela encontrar el consuelo de un interlocutor cómplice; por el precio de un libro te ahorras la sesión del psicólogo.

Profesor(x)s. Un emoji. El viejo topo. 2025

Santiago García Tirado

09 abril 2025

Teníamos 15 años... con luces y sombras

 

La última novela de Nando López, Teníamos 15 años, en colaboración con el ilustrador Nicolás Castell, que ejerce de contrapunto narrativo con sus brillantes viñetas, es una invitación a zambullirse en el río de Heráclito para comprobar que todo parece repetirse, pero que nunca serán las mismas aguas ni las mismas experiencias las que nos envuelvan.

Teníamos 15 años es una novela que rinde homenaje a una generación que tiene hoy entre 45 y 55 años, una generación que tiene muy buena memoria para el ocio, la música o el cine de los maravillosos 80 y 90, pero muy mala memoria para los horrores de una sociedad a la que le faltaban varias vueltas de microondas. La nostalgia selectiva que enaltece aquella época, también en lo educativo, deja de lado el machismo, la homofobia y el casticismo más tóxico de una generación anterior que todavía no se había sacudido de los vetos y prejuicios del franquismo.

Pero, al margen de esos guiños a una generación encantada de conocerse, tenemos también el aviso a navegantes para la juventud actual. Ese viajero en el tiempo que revive ahora como docente su época como estudiante va a comprobar que el río de Heráclito todavía arrastra maleza que creía extinguida. Maleza en los actos de los jóvenes de ahora y en la herencia de sus padres que parece perpetuarse como la mala hierba. 

Estamos ante una novela breve, muy bien armada en dos tiempos y en dos modos de contar historias que confluyen, con unos personajes con los que es fácil completar los silencios y con un mensaje siempre claro (como en toda la obra de Nando López): ni las convenciones sociales ni las ideologías políticas o religiosas pueden estar por encima de lo que somos y de lo que amamos. Por eso vale la pena darse siempre el chapuzón en sus libros. 


Teníamos 15 años

Nando López y Nicolás Castell

Loqueleo. 2025

28 marzo 2025

Sesquidécada: marzo 2010

Hace quince años se pusieron de moda algunos pastiches literarios que mezclaban los clásicos con el género gore: Sentido y sensibilidad y monstruos marinos, Orgullo y prejuicio y zombis, etc. Al hilo de esa tendencia global, algunos literatos hispánicos se lanzaron con sus versiones mestizas, algunas de las cuales protagonizan esta sesquidécada.



Digna de ser recordada es La casa de Bernarda Alba zombi, una obra que incluye hasta un estudio crítico nada desdeñable. Os recomiendo que la leáis sin prejuicios y paséis un rato divertido, porque me parece un juego metaliterario bastante interesante. No creo que sea necesario explicar el argumento de la obra, salvo por ese pequeño añadido de los muertos vivientes.


En la misma línea está Lazarillo Z: matar zombies nunca fue pan comido. Quizá menos trabajado que el anterior, cuenta con la ventaja de ser una narración más popular, lo que engancha mejor al lector. Se llegó a editar en bolsillo y es fácil encontrarlo en librerías de saldo. También hay una versión ilustrada muy curiosa. Debo reconocer que estos experimentos me parecieron divertidos, incluso para trabajarlos en clase, aunque era consciente de que se trataba de una moda pasajera (o no tanto). Yo mismo perpetré una versión zombi del primer acto de Luces de bohemia que todavía se puede leer en la red.


Y como no todo es broma, también recupero en esta sesquidécada un libro no muy famoso de Ray Bradbury, El vino del estío, mezcla de memoria, fantasía y descubrimiento, en una narración sugerente y llena de nostalgia. Guardo buen recuerdo de su lectura, muy distinta de sus relatos más conocidos.

26 febrero 2025

Sesquidécada: febrero 2010

Tengo anotado en las lecturas de febrero de 2010 un libro de Luis Landero del que apenas me acuerdo; lo mismo me ocurre con otro de Herta Müller, que había obtenido el Nobel el año anterior. Es frecuente que en mi recuperación de lecturas de hace quince años para estas sesquidécadas me encuentre con libros de los que no consigo recordar nada. Sin embargo, me sorprende en esta ocasión que ocurra con un autor que me encanta, Landero, y con otra autora que seguramente leí con mucho interés, Müller. Podría culpar al ebook y la lectura en pantalla, pero justamente tengo apuntado que esos libros los saqué de la biblioteca, así que solo lo puedo atribuir al inexorable paso del tiempo y a las cosas de la edad.



Aun así, tengo dos libros de aquel mes que sí han dejado buen recuerdo en mi memoria. El primero es La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, una novela que tuvo notable éxito en aquellos días y que llegó incluso al cine. Es una obra con ingredientes que no suelen fallar: una mujer mayor con muchas experiencias de vida para contar y una niña superdotada con muchas inquietudes y curiosidades que saciar. A esto hay que añadir numerosas referencias literarias y una narración ágil que engancha al lector desde el primer momento. Buena recomendación para cualquier lector y para cualquier edad.



El segundo es un clásico que no me explico por qué no había leído hasta entonces: Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. No creo que merezca la pena extenderme en dar razones para leerlo, porque forma parte del canon y porque es un referente en la ciencia-ficción de calidad. Un conjunto de relatos que habla más de nosotros que de los marcianos; un conjunto de relatos lúcidos, divertidos y críticos. Un libro imprescindible. 

20 enero 2025

Sesquidécada: enero 2010


Al repasar las lecturas de aquel enero de 2010 me ha alegrado comprobar que guardaba buen recuerdo de todas ellas, algo poco habitual cuando redacto estas sesquidécadas, en las que en más de una ocasión tengo que rebuscar en el fondo de armario de la memoria (y de internet) algún detalle o incluso la trama principal de esas lecturas antiguas, incluso de las que recuerdo con cariño.

Tres novelas traigo, tres, hermosas y diferentes, y recomendables las tres a pesar del tiempo pasado. La primera es una novela de un autor que seguro ya conocéis: George R.R. Martin, pero no se trata de su célebre saga de la Canción de Hielo y Fuego, sino de una obra que remite por un lado a la novela gótica y por otro a las narraciones sureñas del estilo Mark Twain o de William Faulkner. Sueño del Fevre es un relato vampírico maravilloso, con todo el encanto del terror sutil del siglo XIX y el ambiente de los vapores fluviales del Misisipi. Por cierto, de este autor de sagas podríamos saltar a otra saga actual de ríos sureños, también con elementos fantásticos: Blackwater. Ahí dejo el anzuelo.



La otra novela recomedada va de trenes y túneles y se trata de Los túneles del paraíso, de Luciano García Egido. Es una ficción basada en la historia real de la construcción de la línea ferroviaria entre Salamanca y Portugal, concretamente la que unía la Fregeneda y Barca d'Alva. En la novela se aprecia el esfuerzo titánico de tanta gente de la zona y de forasteros atraídos por el sueño de una vida mejor. Casi quince años después pude visitar esa zona, con la línea tristemente cerrada a pesar de su atractivo paisajístico y patrimonial, y dar sentido a muchas de las historias que se entrelazan en la novela. Recomiendo por tanto su lectura y la visita a este camino de hierro que, una vez más, demuestra el poco aprecio que tenemos en este país por el patrimonio histórico ferroviario.



Por último, una curiosa novela policíaca en la que las detectives son Las ovejas de Glennkill. La escritora alemana Leonie Swann alcanzó bastante notoriedad con esta intriga en la que un rebaño de ovejas ha de resolver la muerte del pastor. Con buenas dosis de ingenio y humor, el lector irá descubriendo con ellas los entresijos de un crimen pastoril. Divertida y ligera para empezar el año con buen humor.


29 diciembre 2024

Sesquidécada: diciembre 2009


La sesquidécada de diciembre viene cargada de cierta nostalgia, porque me trae autores a los que tengo mucho aprecio y a los que quizá debería visitar más. Aunque esta reseña es de dos libros, en realidad nos visitan cuatro grandes de la literatura. Ahora veréis.


El medallón perdido, de Ana Alcolea, es una novela juvenil que recupera algunos elementos de otro éxito anterior, El retrato de Carlota, del que ya hablé en el blog. Ana Alcolea es una de las grandes autoras de la literatura juvenil, una escritora que cuida mucho sus obras y que nunca subestima a sus lectores. En este caso, tenemos una aventura en África con secretos de familia y con primeros amores. Bien contada y bien resuelta. Una autora y una lectura que son apuestas seguras para el aula.



Mañana no será lo que Dios quiera
, de Luis García Montero, es una novela biográfica o una biografía novelada, ambas opciones igual de válidas, que recupera la vida de otra enorme figura: Ángel González. En aquel momento, Ángel González era para mí uno de los mejores poetas del siglo XX. Había muerto hacía apenas un año y, entre muchos colegas de las redes, hicimos un homenaje poético con una wiki en la que recogíamos sus textos y recitábamos en formato podcast sus poemas. Todo aquello se perdió, primero en wikispaces y después en nirewiki, cosas de la red... La novela de García Montero devuelve un poquito de todo lo mucho que nos dejó Ángel González, en su vida y en su obra. Imprescindible, y más de la mano del genial García Montero, tan buen narrador como poeta.


¿Y quién será el cuarto grande que nos visita con estos libros? Almudena Grandes, la pareja de García Montero que nos dejó hace tres años sería la última recomendada en esta sesquidécada, porque nos dejó a todos huérfanos de buena literatura y de nobleza personal, y solo por eso vale la pena recordarla, aunque sea al filo de otras lecturas.